miércoles, 4 de marzo de 2015

Fernán Silva Valdés, el poeta de las imágenes.

Fernán Silva Valdés es considerado el poeta de las imágenes.

Creaba imágenes extraordinarias, como lo vemos en sus múltiples poemas y temas musicales. El autor de Clavel del aire, también escribió muchos otros temas, algunos musicalizados por los grandes de su época. Tres de ellos fueron grabados por Carlos Gardel.

Pocas de sus canciones sobreviven. Una de ellas es Margarita Punzó, con música de otro compatriota, Gerardo Matos Rodríguez, autor de La Cumparsita. 

La poesía de Fernán Silva Valdés.


Elegí, para compartir contigo, estos dos temas que, de niña, mi madre me enseñaba a recitar:

El indio

Venía
no se sabe de dónde.
Usaba vincha como el benteveo,
y penacho como el cardenal.
Si no sabía de patrias sabía de querencias.
Lo encontró el español establecido:
pescador en los ríos, cazador en los bosques,
bravío en todas partes y cerrándole el paso
con arreos de guerra, vivo o muerto;
siempre como un estorbo, siempre como una cuña
entre él y el horizonte.

Modelado en barro de rebeldías,
pasa como una sombra, desnudo y ágil,
por los senderos ásperos de la Leyenda.
Esbelto, musculoso, retobado hasta en hastío,
entre el cobre y el rojo estaba su color
una señal de guerra le hacía punta a su instinto
entonces, por sus venas
en vez de correr sangre, corría sol.

Estético instintivo
se ponía en el rostro los más vivos colores,
y en la cabeza plumas, como las aves bellas;
si el exceso de adornos no lo hacía más indio
cuanto más se adornaba se sentía más hombre.

Señor de la comarca,
por un pleito de caza con la tribu vecina
blandía su coraje afilado en el viento;
como los troncos de la flor indígena
era dulce por fuera y era duro por dentro;
su única dulzura temblaba en su lenguaje,
como en las ramas de la flora india
tiemblan las pitangas.

Vadeaba los arroyos en canoas;
entraba a las querencias de las fieras
o ambulaba durante varias lunas
en una aspiración horizontal
-curtido de intemperie,
rojo de sol o húmedo de tormentas-
en los días rayados de chicharras
o en las noches tubianas de relámpagos.

La conquista española enderezo sus rumbos:
y las tribus que errabas por rutas diferentes
se ataron en un haz, alrededor de un jefe,
para rodar a un tiempo como las boleadoras.
No sabía reír ni sabía llorar;
bramaba en la pelea como los pumas
y moría sin ruido, cuando mucho
con un temblor de plumas, como mueren los pájaros.





El trompo

Tengo un trompo zumbador
con metro y medio de chaura;
con él no respeto pelo;
con él no respeto marca.

Tiene una púa grandota
afilada como un arma;
breva que cae a la troya
breva que sale averiada.

Cuando hago un tiro de lujo
y en la palma lo levanto,
baila, baila serenito
y se meduerme en la mano.

Le llaman el mangangá
porque zumba que hay que ver;
nunca lo quise cambiar;
nunca lo quise vender.

Y para que los muchachos
no le hagan repeluz,
en el medio de la panza
tiene una señora cruz.



Y como despedida, te invito a escuchar Canción del árbol del olvido, música de Alberto Ginastera. Vidalita. 


Gracias por haber llegado hasta aquí, espero reencontrarte pronto.

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